domingo, 19 de febrero de 2017

Tengo dos cosas para ti esta noche

         La pequeña Bianca contempló cómo caía la lluvia aquella noche bajo su ventana. Sus expresivos ojos, de un verde hierba, reflejaban el resplandor de las farolas de la calle. Meció su cuerpo hacia delante y atrás con nerviosismo, a la espera de que su madre la llamara para cenar. El destrello de un relámpago arañó los cielos, seguido por el estruendo de un trueno. Se encogió sobre sí misma, un poco asustada, y emitió un suspiro lento.

         Mamá no la llamaba, ¿le habría pasado algo? Hacía rato que no aparecía por su cuarto. Volvió a fijar la vista en la ventana, donde vio moverse las ramas de una alameda. Parpadeó varias veces, un tanto intimidada por el bamboleo de las hojas, y de las ramas, y de los árboles enteros. Pensó en los nidos de los pájaros que estarían allí, ¿estarían bien los pollitos?, ¿estarían bien sus papás?

         Cenaba a las ocho, ¿qué hora era? Miró hacia su reloj de pulsera y frunció el ceño. Aún no se sabía bien las horas y se liaba con los palitos. ¿El grande para qué era?, ¿y el más pequeño? Luego estaba el otro, que era más fino, y medía los segundos. Durante unos breves instantes se mantuvo ensimismada observando el minutero, que tan divertido le parecía.

         Mamá seguía sin venir, ¿debía salir del cuarto? Le dijo que la llamaría, pero no la llamaba. Y estaba preocupada; poniéndose nerviosa. Insegura, salió de su habitación y recorrió tímidamente el largo pasillo que le llevaría a la cocina. Se dio cuenta de que tenía frío; las baldosas se sentían gélidas en sus diminutos pies descalzos.

         —Mamá, ¿dónde estás?, ¿y la cena? —quiso saber nada más atravesó el marco de la puerta.

Frente a sus ojos se encontró con papá, que sostenía un largo cuchillo en su mano derecha. Mamá estaba tumbada en el suelo, llorando. Bianca se acercó a ella sin entender muy bien lo que ocurría.

         —Tengo dos cosas para ti esta noche, Bianca. La primera es de color rojo y la segunda un boleto para Disneyworld —susurró papá muy despacio. 
 
         Fuera de casa el sonido de un trueno silenció la respuesta de la pequeña.

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