domingo, 22 de enero de 2017

Princesa libre

         Había una vez una princesa cautiva en lo más alto de la más alta torre. Qué era tan delicada que sus manos no podían tocar sus ventanas. Qué era tan sensible que no podía salir de su encierro porque se pondría enferma. Qué era tan guapa que no podía conocer a hombres porque, al contemplar su belleza, perderían absolutamente la cordura. Era muchas cosas, la princesa, y la mayoría de ellas no había podido escogerlas. Era lista y la tomaban como ignorante. Era autónoma y la hicieron esclava. Era valiente y la obligaron a vivir desde el miedo.

         Escucha, princesa, lo mejor sería que dejaras de hacerles caso. ¿Está bien que los demás te condicionen, te limiten, dentro de un ideal absurdo que decidieron por ti? Abandona tu torre y olvídate del príncipe. Sé todo lo princesa que quieras sin olvidar que también eres persona y mereces ser libre. Aférrate a tus sueños y no vivas desde el temor de ser tan delicada, tan sensible, como para no poder sentir; como para no poder crecer; como para no poder experimentar.

         Qué el cuento no te condicione, princesa, porque tú siempre fuiste algo más que un par de letras. Tú nos representas a todas nosotras y esa responsabilidad es muy grande. Concédete el crédito de a veces no ser tan hermosa, tan indefensa o tan dependiente. Enfréntate a tus propios dragones. Viaja. Ve al cine, recorre países y olvídate de todos los que eligieron por ti el camino del cuento. Sé tú misma, princesa. Sé tú misma por ti, por mí y por todas nosotras.

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